Método científico
El 11 de febrero es el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, para celebrarlo conversamos con las responsables de dos Clubes de Ciencias integrados por mujeres.
Los clubes se definen como escenarios de educación no formal donde niños, jóvenes y adultos investigan un tema científico, tecnológico o social, potenciando sus ideas y creatividad.
En el contexto del Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia -declarada así por Naciones Unidas en 2015- nos acercamos a dos clubes donde las mujeres son protagonistas.
El primero funciona en el departamento de Durazno, en la escuela rural N° 30 de Puntas de Carpintería. El club “Ecofriendly” tiene una característica particular y es que está integrado por una sola niña. Prisilla, de 11 años, es la única estudiante que concurre a la escuela y que guiada por la maestra Rocío Martínez, en 2021, llevó adelante una experiencia de “papel plantable”.
La docente contó que la niña ya se presentó en dos oportunidades a la Feria Nacional de Clubes de Ciencia que organiza el Departamento de Cultura Científica del Ministerio de Educación y Cultura (MEC). Las dos ediciones en las que participó fueron virtuales (2020-2021), llevadas adelante a partir de las medidas sanitarias implementadas por la pandemia.
La primera vez trabajaron cocinando alfajores de maicena de colores, elaborados con distintos tipos de colorantes. En la segunda oportunidad tomaron otro camino y se centraron en torno al reciclado de papel y las semillas. Se pusieron como objetivo crear “papel plantable”, es decir, producir papel reciclado que contenga semillas, de manera que el papel pudiera ser plantado. En este caso eligieron trabajar con perejil, lechuga, tomates Cherry y espinaca.
Para lograr su cometido reciclaron papel de diario y cartón de rollos de papel higiénico, lo procesaron y antes de que secara, le incorporaron semillas de las distintas especies. Una vez seco el papel, el resultado fue una hoja texturada y vistosa. Luego lo pusieron a germinar y vieron si las semillas brotaban, lo que efectivamente ocurrió.
La maestra contó que al principio probaron con semillas de perejil, pero demoraban mucho en crecer, por lo que decidieron probar con las otras especies.
El paso final consistía en generar tarjetas con el papel plantable, pero no les dio el tiempo de hacerlo antes de presentarse a la feria.
Al consultar a la docente sobre la importancia de formar parte de un Club de Ciencia, comentó que es “muy interesante” porque “ayuda a trabajar en áreas curriculares de otra manera”. “Es una forma de incentivarlos a trabajar desde un aula expandida y no a hacerlo horas sentados frente al cuaderno”, añadió.
Años atrás la docente acompañó a otros grupos de otras escuelas rurales, por lo que no es la primera vez que participa. En cuanto a la realización de la feria virtual, en lugar de presencial, reconoció que “se pierde un montón”. Si bien mantuvieron contacto virtual con un club que funciona en un liceo cercano, sostuvo que no es lo mismo que participar de una feria presencial, donde se genera un diálogo fluido entre pares. “En el caso de Prisilla, que es única alumna e hija única, le hace bien el contacto. Y eso falta. Yo le cuento cómo es una feria [presencial] pero no se lo logra imaginar”, resumió.
Locura por investigar
Carolina Briano, es madre de Julia, una de las niñas que integra el club denominado: “Científicas Locas”. La mayoría de sus integrantes tiene nueve años, pero comenzaron a investigar a los seis.
Impulsadas por Briano, que es veterinaria y mantiene gran preocupación por incentivar el contacto de las niñas y los niños con la ciencia, formaron un equipo que se mantuvo desde 2019 hasta ahora.
A diferencia del club anterior que se formó en la escuela, ellas no concurren al mismo centro educativo, sino que van a la misma institución deportiva de la ciudad de Treinta y tres.
Sus temas de investigación variaron en función de las circunstancias. En 2019, estudiaron qué utilidad se le podía dar a las cenizas de cascara de arroz que se generan en la arrocera donde trabaja el papá de Julia. Llevaron adelante cuatro experimentos y dos resultaron satisfactorios. Intentaron hacer un slime (masa pegajosa para jugar) pero no resultó; también quisieron hacer un limpiavidrios, pero era más lo que ensuciaba que lo que limpiaba; finalmente utilizaron las cenizas como abono para la tierra y las incorporaron a la mezcla para la construcción de macetas, lo que sí funcionó. Plantaron y vieron cómo crecían las plantas en macetas con cenizas y otras sin.
Un aspecto que notaron es que las macetas con cenizas eran más livianas que las comunes, lo que les llevó a preguntarse si podían utilizar las cenizas para elaborar materiales de construcción. Interrogante que orientó la segunda parte del proyecto.
Sin embargo, la premisa no se retomó hasta el 2021. Ya que en el 2020, año en que comenzó la pandemia en Uruguay, lo dedicaron a estudiar cuál era la mejor forma de higienizar los tapabocas. Aplicaron distintos métodos de limpieza. Desde colocarlos unos minutos en el microondas, hasta plancharlo y lavarlos con agua y jabón, lo que resultó ser el mejor método.
En el trayecto quemaron algún que otro barbijo. Briano explicó que “lo importante es la experimentación”. De antemano ella sabía cuáles iban a ser los resultados, pero era relevante que vieran con sus propios ojos lo que sucedería.
“Las preguntas son de ellas. Las dejé que prueben hacer un slime con cenizas y agua, aunque sabía que de esa forma no se iba a lograr. Ellas lo probaron, ellas lo descartaron. El tema es validar lo que ellas propongan. Que no sea por autoridad sino por demostración. Aprenden porque lo pueden chequear y no porque les dijeron”, resumió.
Para la orientadora que las niñas tengan “la posibilidad de chequear” y “aprender a tener método” es uno de los aspectos más relevantes de estar en contacto con la ciencia.
En cuanto a la conformación del grupo, señaló que está integrado por mayoría de niñas porque eran mejores amigas y las madres apoyaban la iniciativa. Ellas son: Monserrat, María Jesús, Clara, Bruna, Agustina, Santana, Joaquina, Catalina y Julia.
Y que su hijo menor, Agustín, participa en todas las instancias, por lo que también es parte del club, y este año creará su propio equipo, el que también estará coordinado por ella.