Pionera y visionaria
Pasión, reto y amor por la profesión son algunas de las palabras que salpican la conversación con Ida Holz. A sus 80 años, esta mujer, que es considerada “la madre de Internet” en Uruguay, sostiene que el “desafío permanente” es lo que la enamoró de las computadoras hacia finales de los años 60 y lo que hace que aún hoy se desvele por las noches, pensando en cuestiones como fomentar la colaboración entre los investigadores uruguayos.
Informática, integrante de la primera generación de estudiantes del actual Instituto de Computación, investigadora, profesora y directora del Servicio Central de Informática Universitario por más de 20 años, son algunos de los hitos que componen el currículo de esta mujer fuera de serie. Sin embargo, su gran reconocimiento nacional e internacional se debe a que a principios de los 90 integró el grupo de pioneros de internet en la región.
Aunque en su vida ha recibido múltiples reconocimientos –por ejemplo, fue la primera latinoamericana en estar en el Salón de la Fama de Internet, que honra a los pioneros de la web- Ida afirma que la Moña de Honor que le otorgó el Consejo de Educación Primaria es el único premio que realmente le interesa. “Es un calorcito tan especial el que dan los niños, que aún hoy voy a todos los actos de la escuela a la que fui”, dice con emoción.
Una llegada casual a la computación
“Yo llegué por casualidad a la Facultad de ingeniería: primero entré a trabajar y después hice la carrera. En 1968 estudiaba profesorado de Matemática en el IPA y un profesor me instó a que participara en un concurso para hacer unos cursos de introducción a la computación. Lo dudé, pero finalmente me anoté, pasé la prueba y conseguí un trabajo como programadora en la primera computadora del país, que estaba en Facultad de Ingeniería”, recuerda Ida.
Hoy agradece al profesor que la ayudó a torcer su camino profesional y recuerda con pasión aquellos primeros años en Facultad. “Estaba maravillada con las cosas que estaban pasando en el mundo con las computadoras y esperanzada en el cambio que esto iba a producir, que ya se vislumbraba. En Uruguay, en computación empezamos de 0”, resalta.
También recuerda que, si bien su marido la apoyó desde el inicio en su vocación, en su época de estudiante era común que la ingeniería fuera una actividad asociada a los hombres. “Cuando yo empecé en ingeniería me decían: pero esa no es una carrera para mujeres”, señala y reflexiona que hoy, afortunadamente, esos mitos parecen estar desapareciendo.
Desvelos y retos
“Estoy por dejar de trabajar, es el reto permanente lo que me atrae”…”anoche me desvelé pensando qué podía hacer con los investigadores, para que usen todas las posibilidades que hay hoy de colaboración internacional. Siempre hay retos para hacer cosas”, destaca Holz.
Si bien Ida reconoce que la academia y los centros de investigación son los motores para generar conocimiento, se preocupa porque falta colaboración. “Hoy es el mundo de la colaboración, porque uno está produciendo conocimiento y hay otro que está produciendo conocimiento similar, o lo mismo. La colaboración entre esa gente generaría resultados más rápidamente e incentivo entre ellos”, explica. Particularmente en Uruguay, percibe que los investigadores tienen dificultades para acercarse y trabajar de manera colaborativa, lo que lo produce cierta “frustración”.
Aun así, dice que no va a dejar de trabajar definitivamente. Aunque piensa cerrar su ciclo en la Universidad porque se siente “un poco cansada de su burocracia”, permanecerá en la Comisión Directiva de la AGESIC, en el proyecto Ibirapitá y en la comisión de la Ciudad Inteligente de la Intendencia de Montevideo.
La entusiasma particularmente el proyecto Ibirapitá (que consiste en la entrega de tablets a jubilados). “Es fantástico porque yo lo vivo, soy viuda, tengo hijos grandes y la soledad en la vejez es terrible. El proyecto te permite estar comunicado de otra manera. Es muy interesante lo que hacen los veteranos con las máquinas, usan el Facebook para comunicarse con parientes y amigos y eso les permite estar menos solos. Me gustaría hacer más cosas en Ibirapitá”, concluye con la mirada siempre puesta en el futuro.