Un paseo por Ingeniería deMuestra 2024
Un anónimo y primerizo visitante a Ingeniería deMuestra se comunicó y nos hizo llegar, en forma de crónica, sus impresiones tras recorrer la exposición.
Nunca había estado antes en la Facultad de Ingeniería. En eso coincidía con Luana, quien abrió la segunda jornada de Ingeniería deMuestra 2024, confesando también que no estaba habituada a cantar a las cuatro de la tarde demostrando que es una genia capaz de hacer bailar hasta al más negado. Un espectáculo así de divertido como el que proponía, era lo que faltaba para levantar una tarde que venía bastante gris y que se hizo de pleno sol justo cuando se abrieron las puertas de la muestra y la fiesta prosiguió bajo techo, paradójicamente.
Por el costado del escenario sito sobre la senda Ing. Nelson Landoni, entre los dos edificios de la Facultad, y por el medio de todo, empezaban a subir algunos runners enfundados en camisetas rosadas, que llegaban de correr en la rambla la 5k contra el cáncer de mama, mientras atravesando transversalmente la senda, unos muchachos se dirigían al edificio del aulario llevando un artefacto impreso en 3D del que sobresalían algunos cables. Aquello prometía. Sobre un terraplén, en grupo, algunos muchachos tomaban una cerveza, bien cerquita de ellos, otros armaban una rueda de mate. De un poco más allá llegaban gritos de aliento de los padres que miraban un partido de baby fútbol, todo ello con la cortina sonora de la plena. Posiblemente en ese preciso instante se tratase del lugar más uruguayo del Uruguay.
Llamado a la acción
A las 17 horas, con puntualidad inglesa, empezaron “las de a peso”. Se abrieron las puertas y mientras Luana invitaba a una profesora a dejar de corregir parciales para bajar a bailar, e incitaba a una muchacha a filmarse tirando unos pasos prohibidos para subirlos a Tik Tok, el público se empezó a mover hacia la exposición. A la entrada, en el mostrador de Informes, además de folletos que ilustraban sobre la oferta educativa de la Facultad, se entregaban algunos adhesivos y un sencillo formulario con el que, al cabo de la recorrida, el público podía otorgar su voto a alguno de los stands de proyectos. A la postre, esos papelitos iban a tener mucha relevancia en el evento, y se notaba, porque los expositores ponían casi tanto énfasis en hacer recordar el número de stand como en sus entusiastas explicaciones. La admirable intensidad con que cada uno exponía sobre su trabajo es la explicación de por qué son solo tres horas de muestra cada día. Es que la esencia de Ingeniería deMuestra es la interactividad que tienen que tener las propuestas. En muchos casos alcanza con que alguien del equipo explique en qué consistía lo que allí tenían desplegado, en otros se podía tocar, jugar y participar. Me llamó la atención que muchos de los títulos de los proyectos son sumamente descriptivos, por más que esa descripción no aportase demasiado a quienes están (estamos) por fuera, y la interacción se hace indispensable (quizás ahí está el bait) para irse con una idea de qué es lo que estaba pasando en eso que estábamos viendo. “Pulpa soluble a partir de pulpa de celulosa kraft”, por ejemplo, consistía en el desarrollo de una alternativa para la industria textil a partir de la celulosa, uno de los productos que más exporta el país en estos momentos. En otros casos el proyecto es fácil de comprender y no por ello resulta menos interesante, como el que permitía jugar (y perder) al Truco contra una inteligencia artificial, una muy mentirosa por cierto.
Novedades
En la feria de ciencias más grande del país, quien va de visita espera, además de encontrarse con novedades tecnológicas, también sorprenderse con los desarrollos en los que se trabaja, y vaya si hubo mucho de todo eso en los 75 stands que se presentaron este año.
Tres horas alcanzan para recorrer toda la muestra, visitar los laboratorios y, en todo caso, conversar con los responsables de algunos, de los que el visitante elija, ya sea por afinidad temática, por la novedad, porque se trata de un tema que está en auge, como ocurre con los energéticos y la movilidad eléctrica, que tuvieron buena presencia.
En esta línea, por ejemplo me encontré con que se está desarrollando un carruaje turístico junto con la Intendencia de Montevideo, que podría estar disponible en poco tiempo. Consiste en un vehículo eléctrico, abierto, con capacidad para siete pasajeros, que se inspira en los antiguos carruajes tirados por caballos que transitaban otrora por las calles, de los que había uno en exhibición, como referencia. El diseño —más grande que el de madera que estaba de muestra— ya está pronto y se espera que muy pronto podamos verlos en algunos sitios turísticos de Montevideo.
Justo al lado había en exposición un kart. Se trataba de un proyecto cuyo objetivo es llegar a desarrollar una categoría de karting eléctrico para competir en el automovilismo nacional. Este proyecto también está avanzado, los ensayos han sido positivos y restan algunos ajustes de diseño mientras se espera que llegue al país una importación de componentes que se requieren para comenzar a hacer pruebas en la pista. Si todo sale bien, es posible que en el calendario de los próximos años haya competencias en esta modalidad.
En otro sector de la muestra había también un ensayo sobre bicicletas con pedaleo asistido, una tecnología que ya existe pero que se sigue perfeccionando y que, a decir de quienes presentaron el proyecto, está llamada a ser el salto para la popularización de la bicicleta como medio de transporte masivo en la ciudad.
A quién votar
En la muestra había una larga serie de stands dedicados a la energía eólica y uno de ellos captó mucho mi atención por la interacción con los visitantes, a quienes se desafiaba a colocar pequeños aerogeneradores en una colina buscando el mejor aprovechamiento del viento que procedía de un gran ventilador. Muy próximo a este había otro ensayo en el que se mostraba cómo se buscan soluciones para un problema tan serio y actual en nuestro país, como lo es el de la erosión de las playas y la pérdida de arena. A esta altura comprenderán lo difícil que se hacía elegir a qué proyecto entregarle el voto, y no nombré más que un puñado de una lista de 75. Salvo para los que fueron a ver el proyecto de algún familiar, claro, y aún así no estaría seguro.
Otro proyecto vinculado con la ecología presentaba un esquema de economía circular ambientado en una granja. Planteaba cómo, aprovechando diferentes tipos de residuos de la producción nacional —en este caso arroz, aserrín y no entendí qué otra cosa— se pueden obtener biocombustibles y otros productores, con el doble beneficio de reducir los desechos obteniendo a cambio algo tan valioso. Tan buena recepción tuvo que terminó siendo elegido por el voto popular.
El segundo más votado fue uno que consistía en presentar una fábrica de beef jerky, un snack hecho de carne deshidratada del que convidaban con una muestra. Convidaban con eso además de con caramelos, claro, porque por alguna razón en casi todos los puestos entregaban caramelos, incluso en el stand de la Fundación Ricaldoni había montada una piñata electrónica diseñada por un emprendedor que soltaba los caramelos si contestabas bien las preguntas de una trivia. Junto a la piñata había otro emprendimiento apoyado por la Fundación que trataba sobre la automatización inalámbrica de riego para quintas, otro tema de actualidad para nuestro país.
En cuanto a los premios, resonaban todavía los ecos de la 11ª edición del Concurso Nacional de Estructuras (popularmente, el Concurso de Puentes construidos con materiales no tradicionales), que se desarrolló en simultáneo en cuatro ciudades y en el que equipos de Rocha acapararon el podio. El concurso fue, como siempre, apasionante, y se puede disfrutar la grabación de la transmisión en vivo a través de YouTube.
Hubo de todo
Sin tener compromiso moral de ningún tipo con ninguno de quienes presentaron sus proyectos, he de confesar que me dejó cierto sinsabor el que no haya ganado el que voté, que no voy a revelar porque por algo era voto secreto, pero sí comentaré algunos de los que consideré votar. Entre ellos había uno que analizaba fotografías y detectaba si habían sido modificadas por cualquier método, incluso inteligencia artificial; también me interesó uno en el que un brazo robot realizaba retratos con una lapicera a partir de una foto obtenida con la cámara de la computadora (allí alguien preguntó si servía para copiar firmas y les respondieron que no quedaban bien).
En otro rubro, me pareció sumamente interesante un proyecto que consistía en analizar fragmentos de mampostería procedentes del revoque de las fachadas de edificios con valor patrimonial que se encuentran en refacción. Este análisis permite a las empresas realizar una reparación que mantenga las características estéticas en construcciones tan emblemáticas como la Calera de las Huérfanas, en Carmelo, o la Basílica de Paysandú, entre una larga lista.
Podría seguir mencionando stands, como el del robot que replicaba los movimientos de las personas que escaneaba con una cámara; el del Museo de la Computación, donde se exhibía la evolución de las computadoras a lo largo de la historia; otro en el que se analizaba cómo la mediación basada en la informática está cambiando la forma de aprender; otro en el que un aparato —el que llevaban los muchachos que cruzaban en medio de todo de los que les hablé al comienzo— interpretaba las emociones de las personas empleando inteligencia artificial; hubo varios que trabajaron sobre la transmisión de datos, y etcétera, etcétera. Deberían haberlo visto, había también drones, un animal robotizado de nombre Diego y hasta un perro robot de los de Boston Dynamics, que se mostró muy simpático con todo el que pasaba por allí y le prestara atención.
A toda orquesta
El cierre, tras la entrega de premios y las tradicionales fotos grupales, fue con la participación de un grupo de estudiantes de la Licenciatura en Arte Electrónico y Digital, de la Facultad de Artes de la Universidad de la República, que presentaron una propuesta sumamente novedosa, al menos para la mayoría de quienes estábamos allí, llamada Live coding, que consiste en la generación de música e imágenes escribiendo código en vivo (como su nombre lo sugiere, por supuesto). El código que va alterando los algoritmos y los datos, así como las imágenes que se van generando, se proyectan en una pantalla gigante, lo que permite apreciar en tiempo real el proceso creativo de los cinco artistas que vemos trabajar en sus computadoras.
El tiempo dirá si se trata de una muestra más sobre el futuro, en este caso aplicado al arte, como las que vimos en la feria de ingeniería aplicada a prácticamente todos los órdenes de nuestra vida.
Hasta el año que viene.